Intersecciones en Comunicación 13 (1)  2019 - ISSN-e 2250-4184 - Copyright © Facultad de Ciencias Sociales - UNCPBA - Argentina

CRISIS Y PARTICIPACIÓN BARRIAL: ASAMBLEAS VECINALES, DEMANDA CIUDADANA Y ACCIÓN FRENTE A LA EMERGENCIA EN LA CIUDAD DE LA PLATA

Micaela Rocío Veiga. • Becaria Doctoral de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC-PBA) con lugar de trabajo en el Laboratorio de Investigación de Lazos Socio Urbanos (LILSU) de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata. Dirección deE-mail: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. / Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

Recibido: 31/08/19 - Aceptado: 16/10/2019

URI:https://www.ridaa.unicen.edu.ar/xmlui/handle/123456789/2317

RESUMEN

Las siguientes líneas son parte de una tesis doctoral en desarrollo, donde se aborda el estudio de movimientos barriales autoconvocados emergidos a partir de dos importantes inundaciones ocurridas en La Plata, provincia de Buenos Aires, en enero de 2002 y abril de 2013: Asamblea Vecinal Barrio Norte y Asamblea de Vecinos Autoconvocados La Loma, respectivamente, con la finalidad de conocer los procesos de empoderamiento ciudadano en momentos de crisis. Para ello se parte del supuesto de que las crisis coyunturales permiten la emergencia de conflictos que encuentran su raíz en procesos estructurales, permitiendo analizar la conformación de imaginarios sociales, identidad y, como parte integral de esa dinámica social, construcción de ciudadanía. En esta oportunidad se presenta el proceso de conformación y disolución de la asamblea de La Loma, lo cual nos permite observar cómo estos movimientos propician nuevos procesos de construcción de ciudadanía y, su contraparte, ruptura de lazos sociales por la prevalencia del individualismo, este último, con fuerte raigambre en el sistema neoliberal.

Palabras clave: ciudadanía –movimientos barriales – inundación – asambleas barriales – lazos sociales

ABSTRACT

CRISIS AND DISTRICT PARTICIPATION: NEIGHBORHOOD ASSEMBLIES, CITIZEN DEMAND AND EMERGENCY ACTION IN THE CITY OF LA PLATA. The following lines are part of a doctoral thesis in development, where the study of self-convened neighborhood movements emerged from two major floods occurred in La Plata in La Plata, province of Buenos Aires, in January 2002 and April 2013: Neighborhood Assembly “Barrio Norte” and Assembly of Self-Summoned Neighbors “La Loma”, respectively, with the purpose of knowing the citizen empowerment processes in times of crisis. This is based on the assumption that the short-term crises allow the emergence of conflicts that are rooted in structural processes, allowing the analysis of the formation of social imaginary, identity and, as an integral part of that social dynamic, the construction of citizen. This time the formation and dissolution processes of La Loma assembly is presented, which allows us to observe how these movements favor new processes of citizenship construction and their counterpart, rupture of social ties due to the prevalence of individualism, the latter, with strong roots in the neoliberal system.

Keywords: citizen - district movementes – flood – neighborhood assemblies – social ties

INTRODUCCIÓN

Como propone Cáneva (2016), un recorrido posible para analizar los movimientos barriales en la ciudad de La Plata es retrotraerse a la constitución de los clubes sociales y deportivos en tanto organizaciones que nuclearon la demanda ciudadana, funcionando como espacio de encuentro y socialización para las familias de los barrios. Entre 1930 y 1960, en un contexto político, social y económico caracterizado por la consolidación del Estado argentino, el cual aumentaba cada vez más su presencia en la vida social, y frente a un fuerte aluvión migratorio que llegaba a nuestro país en búsqueda de una vida mejor, estas instituciones se consolidaban como un espacio por excelencia para el encuentro y la construcción de una nueva vida (Cáneva y Mendoza, 2007).

En esta dirección Romero y Gutiérrez (1987) afirman que los clubes pertenecen a ámbitos relativamente autónomos donde los sectores populares “encuentran la posibilidad de una participación activa e igualitaria” (1987, p. 325). Además, se establecen como espacios donde se encuentran mayores oportunidades de desenvolverse y en los cuales su tradición cultural cobra mayor fuerza para recrearse de manera más intensa, constituyéndose como “ámbitos donde se puede aprender y practicar específicamente la participación democrática, y también los reductos en que estas prácticas se refugian cuando las circunstancias generales no funcionan” (1987, p. 326).

Los años pasaron y estas instituciones fueron perdiendo cada vez más lugar en el escenario barrial platense. A partir de la década del 70 comenzó en Argentina un proceso que, sistemáticamente y a través de cambios en los órdenes políticos, sociales y económicos, produjo fuertes alteraciones en los modos de ser y estar en sociedad: por un lado se introdujo el modelo neoliberal, caracterizado por una disminución de la intervención estatal en la sociedad y en la economía para favorecer al sector privado y, por el otro, la irrupción de gobiernos militares entre 1976 y 1983, los cuales impusieron políticas fuertemente represivas obligando a la ciudadanía a replegarse al ámbito privado (Rosboch, 2006).

De esta forma, y frente a un Estado que había reducido notablemente su intervención en el entramado social, las prácticas ciudadanas cobraron nuevos rumbos desarticulando los espacios compartidos y reconfigurando sentidos de solidaridad y cooperación que, hasta no hacía mucho tiempo, organizaban y significaban la vida en sociedad (Cáneva, 2016).

Este proceso, que tuvo sus comienzos en la década de 1970, derivó en una fuerte fragmentación y desintegración social, que en la década del `90 alcanzó su máxima expresión con la implementación del modelo neoliberal, el cual se caracterizó por una fuerte privatización de empresas que le pertenecían al Estado, la apertura indiscriminada a los productos importados y la pérdida de estabilidad laboral de los/as empleados/as a partir de la implementación de la flexibilización laboral, encontrando su punto cúlmine en la llamada crisis de 2001.

En ese contexto, y frente al mencionado debilitamiento de los clubes sociales como espacios de referencia para el encuentro social, se visibilizaron formas emergentes de hacer política, donde surgen las asambleas barriales como una forma de expresión en respuesta al fracaso de los partidos políticos tradicionales. Si bien la sociedad atravesó una crisis de representación política, en los imaginarios sociales persistieron fuertes sentidos enraizados en experiencias de organización social barrial de características cooperativas que los nutrieron de capacidades organizativas que se plasmaron en el movimiento asambleario. La conformación de estas asambleas dio lugar al nacimiento de nuevas formas de expresión y organización “ligadas en su origen con el ejercicio de la democracia directa” (Salanueva, 2003), convirtiéndose en espacios vecinales para promover discusiones, propuestas y luchas sobre distintos temas (Cáneva, 2016).

“En un contexto de rechazo a la clase política en su conjunto, emergieron las asambleas populares como una forma innovadora de activismo de parte de sectores de clase media” (Cáneva, 2016, p. 49). Los temas a tratar eran diversos y estaban vinculados a debatir sobre aquellas problemáticas que afectaban al desarrollo y crecimiento del barrio.

Surgimiento y conformación de la Asamblea de Vecinos Autoconvocados La Loma

Encontrando en esta nueva forma de organización un espacio propicio para fomentar el diálogo vecinal y los lazos de cooperación, la conformación de asambleas tuvo un fuerte crecimiento y en agosto de 2002 existían más de trescientas en Argentina (Triguboff, 2011: en línea) de las cuales más de veinte funcionaban en la ciudad de La Plata (Diario El Día, 2003: en línea):

En 2002 existían 329 asambleas en el país (…). El partido de La Plata no fue ajeno a este proceso de conformación del movimiento popular asambleario y ese año cada barrio platense contaba con su propia asamblea. Estas organizaciones emergieron en la ciudad por causas variadas y en momentos diferentes. Se constituyeron en espacios a partir de los cuales promover demandas (…) y para promover espacios de participación solidaria y comunitaria como lo fueron los clubes de trueque y los comedores comunitarios (Cáneva, 2016: 49 y 50).

Como afirma Cáneva, los motivos que dan origen a las asambleas son diversos pero comparten un factor común: el descontento de un conjunto de personas ante la falta de respuesta gubernamental frente a un reclamo o vulneración de alguno de sus derechos. En el caso de La Plata son varias las causas que han impulsado la conformación de asambleas barriales, siendo las demandas en relación a inundaciones las que se abordarán como referentes en las próximas líneas.

El 27 de enero de 2002 una lluvia torrencial dejó a La Plata bajo el agua. Desde la Municipalidad aseguraron que el fenómeno meteorológico fue de tal magnitud que provocó el colapso del sistema de desagües de la ciudad. Según afirma un informe realizado por el Despacho del Bloque de Concejales FAP La Plata: “fueron pérdidas económicas importantísimas para miles de platenses (…) barrios enteros convertidos repentinamente en inéditas y peligrosas lagunas, siendo 395 el número de personas evacuadas (Cronología de antecedentes, 2013, p. 2). Este informe también hace referencia a la falta de ayuda brindada desde la Comuna platense y asegura que se inundaron zonas que jamás habían sido alcanzadas por el agua.

A partir de este hecho, y en un contexto de gran efervescencia política y social, hubo una fuerte proliferación asamblearia que buscaba evitar sufrir una nueva inundación poniendo en evidencia, una vez más, cómo los momentos percibidos como críticos se presentan como escenarios propicios para la conformación de este tipo de grupos. En la mayoría de los casos estas asambleas duraron el tiempo que se sostuvo el reclamo y luego, por diferentes motivos, desarticularon sus actividades. Seis años después, en 2008, La Plata volvió a inundarse y, a partir del mencionado antecedente, muchos/as vecinos/as volvieron a autoconvocarse para hacerle frente, una vez más, al paso del agua. Nuevamente, el paso del tiempo condujo a que muchos de esos grupos tomen diferentes rumbos.

Los días 2 y 3 de abril de 2013 la ciudad sufrió una nueva inundación y el empoderamiento ciudadano nuevamente cobró vida a través de la conformación de organizaciones barriales en un contexto que se presentó como adverso debido a la ausencia de respuestas por parte de las autoridades municipales y provinciales. En esta oportunidad La Plata y sus alrededores vivieron la peor inundación de su historia con lluvias de casi 400 milímetros, afectando a un tercio de la población del Gran La Plata (Karol y San Juan, 2018).

Es en este contexto que se conformó la Asamblea de Vecinos Autoconvocados La Loma, barrio ubicado al Noreste de la ciudad, dentro del casco urbano. Ocupa las manzanas que van desde Av. 19 a calle 31 y de Av. 32 a Av. 44 y cuenta con todos los servicios e infraestructura que ofrece la ciudad: asfalto, red de gas, cloaca, telefonía, luminaria, servicio de internet y televisión por cable, escuelas, hospitales, espacios públicos de esparcimiento, transporte público y dependencias policiales. En esa zona pasa el arroyo Pérez, que corre entubado por Diagonal 73, una de las principales avenidas.

Si bien el contexto de formación de esta asamblea dista de aquel que le dio lugar a las originados post 2001, nuevamente los momentos de crisis coyunturales se presentan como escenarios impulsores de la formación de este tipo de grupos, constituyéndose como espacios propicios para potenciar y vehiculizar la demanda ciudadana.

Estas crisis coyunturales permiten la emergencia de conflictos que encuentran su raíz en procesos que llamamos estructurales. Como se desarrollará en las próximas líneas se desatan nudos conflictivos que tienen como protagonistas las apropiaciones identitarias y los imaginarios en torno al rol de la ciudadanía y a los modos de ser ciudadano/a, los sistemas de inclusión y el espacio que ocupa la política en su sentido más amplio, y la materialización partidaria, así como el Estado en su forma de gobierno republicana.

En esta dirección, Borja (1998) propone abordar la ciudadanía a partir de sus prácticas e interacciones, considerando que el ciudadano es un actor de la política urbana que se construye interviniendo en la formación y gestión de la ciudad. Desde esta perspectiva la ciudadanía se presenta como un fenómeno identitario que emerge y se construye a partir de la pertenencia a un espacio social, independientemente del motivo, donde la ciudad es más que una edificación material sino que se construye a partir de los actores, sus hábitos, prácticas y apropiaciones. En este caso, las organizaciones barriales surgen como un posicionamiento político frente a un conflicto medioambiental que incluye a la ciudad como parte de un proceso sociocultural atravesado por la interacción de los actores.

Para que estas organizaciones barriales funcionen es necesario que los/as vecinos/as conformen un grupo heterogéneo a partir del cual “demarquen simbólicamente sus fronteras y se distingan de los demás actores en una situación determinada, todo ello en contextos históricamente específicos y socialmente estructurados” (Giménez, 2000: 2). Esto quiere decir que los/as integrantes de las organizaciones deben autopercibirse parte de ese colectivo y compartir una serie de códigos y saberes que les permitirán conformar un grupo y así definir sus objetivos.

Organización, funcionamiento y limitaciones dentro de “La Loma”

Las asambleas no sólo se conformaron por vecinos/as que no querían volver a inundarse, sino que allí convivían diferentes trayectorias que se acercaron movilizadas por distintas situaciones personales pero con una misma finalidad. Así Laura, integrante de la asamblea de La Loma, manifestó haberse acercado debido a la dificultad de reponer las pérdidas materiales sufridas, mientras que Mabel, también integrante del grupo, se movilizó porque ya había vivido una situación similar en 2008 donde, en menor magnitud, el barrio y su casa se habían inundado. En ambos casos el objetivo del encuentro era claro, sin embargo mientras Laura se sintió movilizada por el miedo y la desesperación, Mabel actuó a través de su memoria emotiva1, buscando reforzar sus lazos vecinales para evitar revivir momentos traumáticos.

Para que estos espacios funcionen es necesario construir desde aquellos aspectos que los/as llevaron al encuentro, trabajando en la conformación de un “nosotros” que suprima las diferencias y de esa forma genere una identidad colectiva (Reguillo, 1999). En esta búsqueda de un “nosotros” y, partiendo de la realidad de que La Plata es una ciudad inundable y que La Loma ya había pasado por esa situación en años anteriores, Mabel, vecina del barrio, decidió reunirse con otra señora y comenzar a “panfletear”: “la idea era empezar a movilizar para que la gente tomara conciencia”, explicó.

Pese a que La Loma es uno de los barrios más afectados por la inundación ya que el agua superó 1,80 metros de altura, la cantidad de personas que decidió formar parte de la Asamblea fue poca y Laura explicó:

al principio éramos cinco o seis. Después aumentó la cantidad y llegamos a ser veintipico, y eso nos permitió que pudiéramos dividir las tareas. Sin embargo, para lo que fue la inundación, no era un gran número de participantes. Incluso muchos iban para que les gestionáramos la plata del subsidio2.

A diferencia de lo acontecido en 2001, donde los/as ciudadanos/as tuvieron la necesidad de descubrir al otro y, de esta forma, crear espacios de convergencia de la ciudadanía, sumado a la necesidad de estar y sobrevivir a partir del vínculo con los demás (recordemos la importancia del club del trueque como medio, quizá único, para la obtención de alimentos, ropa, artículos de limpieza, etc.), no se presentó de igual manera en 2013, donde las motivaciones personales y grupales eran diferentes.

Por otro lado, no estaba viva en el tejido social la necesidad de movilización así como tampoco la idea de un horizonte compartido; sin embargo, no se perdió el imaginario social de volver sobre la tradición de conformar asambleas para fomentar el encuentro y la vehiculización de los reclamos.

En esta dirección, Gravano afirma que “lo barrial como cultura no se reduce a vivir en un barrio sino a apropiarse y producir los significados que este horizonte simbólico contiene, como competencias para expresarse, mediante representaciones y prácticas, en distintos contextos espacio-sociales” (2008:6). Es decir, la condición de vecino/a está dada por la reciprocidad, el accionar conjunto y la búsqueda de un fin común que posibilite mejorar la calidad de vida de los/as involucrados/as.

En La Loma, pese a ser un barrio tradicional de la ciudad, los/as vecinos/as no se conocían unos/as a otros/as debido a un fuerte cambio en la dinámica social que, ya sea por inseguridad o por un notable avance del sistema de alquiler que produce una mayor movilidad habitacional, provocó un debilitamiento de los lazos vecinales.

En relación a lo expuesto en el párrafo anterior, Dora, integrante de la Asamblea La Loma, explicó:

nosotras esperamos todo, el agua, el gas, el asfalto. Después empezó una nueva lucha que son los edificios, porque no se olviden que los pisos esos están con la misma luz, el mismo caudal de agua, con la misma cloaca. No se modificó nada. Yo sacaría los edificios3.

La construcción de edificios en el corazón de un barrio de casas bajas no sólo rompe con la armonía arquitectónica del lugar sino que modifica por completo las formas de vincularse entre los/as vecinos/as. Ya no son siempre las mismas personas que se cruzan sino que ahora la cantidad de habitantes de una cuadra es mayor, disminuyendo la posibilidad de crear lazos fuertes; además de que quienes viven en edificios llevan a cabo prácticas cotidianas distintas que quienes habitan una casa. A partir de la llegada del inquilino, se produce un cambio en las formas de apropiación de la vivienda y del barrio, transformándose en un lugar de tránsito.

Esta situación, que está vinculada a una cuestión estructural en tanto forma parte de un proceso ya instalado de pérdida de poder adquisitivo que impide el acceso a una vivienda propia, y en consecuencia permanente, sin dudas marcó los modos en los que funcionaría La Loma como asamblea.

Si bien al momento de conformarse como movimiento barrial definieron conjuntamente que sus objetivos y líneas de acción estarían orientadas a esclarecer la cantidad de muertes y al pedido de realización de obras necesarias para no volver a inundarse, lo cierto es que fueron muy pocos lo que se movilizaron bajo esos propósitos.En muchos casos los/as vecinos/as se acercaron por una cuestión puntual: el pago del subsidio. En relación a ello Mabel contó:

al principio íbamos 15 ó 20, pero cuando empezaron a decir que iban a dar subsidios apareció gente de todos lados. Nosotros éramos los que tomábamos todo lo que se necesitaba y lo llevábamos a la municipalidad. ¿Qué les dieron? 2500 pesos. Pero la gente por 2500… Cuando vieron que a muchos no se les dio o que 2500 no les servían, dejaron de venir.

La heterogeneidad de la trama barrial puso en manifiesto las diferencias y dejó en claro quiénes participarían circunstancialmente y con una finalidad concreta, y quiénes sostendrían un espacio de encuentro para que sus demandas no se restrinjan a un subsidio eventual sino que se propusiera un trabajo progresivo de, al menos, visibilización de la ciudad como inundable. De esta forma, y si bien todos/as habían sido afectados/as por la inundación, no estaban dispuestos a comprometerse de igual manera.

Entre la multiplicidad de causas que quitan fuerza a la asamblea se pueden mencionar, al menos en esta instancia, la falta de un horizonte común y la búsqueda de un resarcimiento económico que, para algunos/as, se instituyó como su principal finalidad.

Esta situación los llevó a enfrentar dos grandes desafíos: por un lado la ausencia de asistencia y representatividad política y, por el otro, la falta de compromiso por parte de los/as vecinos/as inundados con una causa común que buscaba revertir y mejorar la realidad de todo el barrio. Pese a las adversidades la Asamblea La Loma se puso en marcha y se organizó en función de los recursos (humanos y materiales) con los que contaba.

A poco de cumplirse un mes de la inundación, como primera actividad formal y de cara a la marcha, la Asamblea La Loma elaboró un petitorio para manifestar sus reclamos por escrito y presentarlo en la Municipalidad. El mismo fue llevado el 2 de mayo y compartido entre los/as asistentes para sumar nuevas firmas.

El siguiente paso fue convocar una reunión con las autoridades locales y provinciales y en relación a ese encuentro Laura recordó:

(...) A La Loma no vino ninguna autoridad después de la inundación, así que todas las reuniones que tuvimos fueron porque nosotros las gestionamos. Una de las primeras reuniones la tuvimos cuando recién había pasado poco más de un mes y fue con Bruera y Scioli. Ahí Scioli dijo que no sabía que había muerto gente en la inundación.

El comentario desafortunado del entonces Gobernador de la Provincia de Buenos Aires dejó al descubierto –aún más– la falta de interés político que había en el asunto y el esfuerzo que como organización barrial deberían realizar para conseguir que La Loma no volviera a inundarse, sin mencionar la falta de respeto y la impunidad de quienes, se supone, deben velar por la seguridad y el bienestar de la ciudadanía.

Durante los casi cuatro años que se mantuvo activa la asamblea se reunieron en reiteradas oportunidades con autoridades de Obras Públicas, el Departamento de Hidráulica, ingenieros y políticos locales y provinciales, así como también se presentaron en reiteradas oportunidades en el municipio y en la Defensoría del Pueblo; sin embargo, los encuentros, según relató Mabel, resultaban cada vez menos fructíferos:

un día Montalvo, director Municipal de Hidráulica, vino a mi casa, lo llevé y le dije desde dónde venía el agua, porque el agua tiene memoria. En esa reunión me dijo que no había planos de lo que eran las conexiones y eso es mentira porque yo los vi en 2008 con el ingeniero Caruso que los desplegó acá en mi casa.

A esa situación se le suma la ausencia de las autoridades ante la convocatoria a una audiencia pública: “el encuentro tenía previsto debatir acerca de las responsabilidades del Estado en la catástrofe pero ningún funcionario público asistió al evento” (Portal LaNoticia1, 2014: en línea). Si bien más adelante la reunión se concretó, el accionar de las autoridades pone en evidencia el resquebrajamiento del sistema de representatividad política, provocando un fuerte malestar y una gran preocupación en los/as ciudadanos/as.

“Nos reunimos con Lorena Riesgo (Concejal), estuvimos con Scioli (Gobernador de la Provincia de Buenos Aires), con Bruera (Intendente de la ciudad de La Plata). A Obras Públicas y al Ministerio de Hidráulica nos cansamos de ir”, explicó Mabel, sin embargo, las respuestas nunca llegaban y los/as vecinos/as comenzaron a sentir que no se les tomaba en serio y que el accionar público carecía de sentido común.

La ausencia de respuestas por parte de los gobernantes llevó a la ciudadanía a construir espacios que les permitieran visibilizar sus demandas. En el caso de la inundación, como se señaló anteriormente, una de las modalidades de organización fue la autoconvocatoria vecinal. Para reconocer aspectos singulares de este fenómeno se retoma la caracterización propuesta por Cáneva (2016), quien las define como espacios conformados por actores políticos no partidarios y signados por la “horizontalidad en la participación, el dinamismo en la toma de decisiones, la flexibilidad en los modos de organización, la percepción de un espacio propio, los encuentros no institucionalizados y la heterogeneidad de actores que los conforman” (2016, p.167). Además, como describe Mabel, estas organizaciones surgen en un contexto en el que quienes deben garantizar el bienestar social aumentan su control pero no lo hacen en tanto espacios de referencia y adscripción, dejando a la deriva a la ciudadanía y desestimando sus reclamos.

La idea de política adoptada por los funcionarios responsables de responder por sus ciudadanos/as parece tomar una forma clientelista ya que se opone a la idea de ciudadanía en tanto construcción conjunta, haciendo abuso –y desuso- del poder que se les concedió en tanto no se comprometen con sus responsabilidades. De igual forma, esta situación impide el desarrollo de una gobernabilidad justa, capaz de brindar confianza en relación al riesgo hídrico y de la gestión en general.

Esta situación se profundiza si se tiene en cuenta que el impacto de la inundación se podría haber minimizado ya que, según dijo Mabel,

el entubamiento de la 25 no alcanza. Eso es un tapón. Te baja una masa de agua del Estadio Único y se hace un tapón. Eso se lo dije a Montalvo. Y lo mismo que le dije que está tapado hasta la mitad, o más de la mitad, porque nunca le hicieron un saneamiento. El ingeniero Romanazzi ya lo había planteado en 2008, pero no le dieron bolilla.

Si bien la falta de obras estructurales es una realidad, es de público conocimiento que éstas son sólo un paliativo ya que no pueden asegurar que las mismas alcancen para evitar una nueva inundación, motivo por el cual resulta imprescindible realizar obras no estructurales, es decir, aquellas orientadas a sensibilizar una sociedad vulnerable4.

En este aspecto se observa una crisis estructural respecto a cómo se inscribe la ciudadanía y al tipo de relación que entabla con los gobiernos de turno, reconfigurando los sentidos respecto a la relación ciudadanía-Estado, donde las funciones de este último se ven relegadas a acciones que están mayormente relacionadas a los mecanismos propios de un estado neoliberal. De esta forma, la demanda legal se convierte en el mejor modo de reclamo, y a su vez de castigo, desplazando al Estado de su rol asistencialista.

Desde aquí no se piensa en un Estado protector amplio, sino en uno reducido y punitivo, concebido como un espacio con el cual confrontar. Al circunscribir el reclamo solo a un aspecto legal (que a su vez tiene un tiempo definido) se pierde su perspectiva de unión comunal en pro de un beneficio conjunto a largo plazo que tiene que ver con la instauración de una política de estado vinculada a la prevención, acción y mitigación del riesgo, en este caso, frente a la emergencia hídrica.

Discontinuidades en los movimientos asamblearios

Desde hace dos años La Asamblea de Vecinos Autoconvocados La Loma desarticuló sus actividades y ya no se encuentra en funcionamiento. Los primeros encuentros en el parque, que luego comenzaron a realizarse en el Centro Ariz Navarreta ubicado en calle 22 entre 33 y 34 (hoy demolido), no pudieron sostenerse y las diferencias respecto a los modos de percepción y a los motivos por los cuales movilizarse, se considera, se constituyeron como los principales impedimentos para sostener su continuidad.

Si bien las tres integrantes de la asamblea con los que se pudo conversar manifestaron su malestar respecto al poco interés vecinal, Mabel cree que los vínculos hacia el interior de la misma se debilitaron por la intromisión de agentes externos y caracterizados por, lo que ella reconoce, como “un fuerte perfil político”:

por lo que se disolvió fue porque entró la cuestión política; porque al principio venían los del Movimiento Socialista de Trabajadores (MST), éstos, los otros. Como vieron que nosotros no queríamos meternos en política nos fueron desgastando. Era gente que venía como a apoyar, no era del barrio. Lo que pasa es que nos fueron desgastando, nos fueron polarizando y nos minaron. Ese fue el tema.

La reflexión realizada por Mabel pone en evidencia, una vez más, el descreimiento y la falta de representatividad política en la que se ve sumida la ciudadanía. Sin embargo, desde su percepción, la conformación de este grupo no es concebida como un acto político, pese a que, como toda práctica social, una asamblea barrial se constituye como un espacio signado por múltiples sentidos y relaciones, donde el poder ocupa un lugar central. Por tal motivo “no se puede hablar de un espacio cerrado y definitivo, sino de una construcción dinamizada por relaciones de poder” (Cáneva 2016: 16).

Asimismo, adjudicar su desarticulación a un factor externo impide reflexionar respecto a las propias limitaciones que tuvieron como grupo donde, como explicó Laura, la falta de compromiso por parte de muchos/as vecinos/as que habían resultado afectados/as también se presentó como un factor que fue “desgastando” al grupo ya que, según contó, “se les dejaba un documento para firmar en su casa y no sólo que no lo devolvían sino que cuando lo ibas a buscar no estaba ni siquiera firmado”

Esta reflexión sugiere la pregunta respecto a las intencionalidades que surgen de los imaginarios en torno al ejercicio de la ciudadanía. Es decir, cómo se imaginan, proyectan y perciben respecto a su rol de ciudadanos/as y al ejercicio de la ciudadanía; cuáles son sus funciones y sus incumbencias y qué aspectos consideran que los diferencian de otros actores sociales, como son los decisores políticos.

A modo de cierre, pero no de clausura

Si bien estas líneas no se constituyen como un trabajo acabado sino que dan cuenta del análisis de avances parciales en un momento preliminar de la investigación, puede decirse que la continuidad de las asambleas está vinculada a sus modos de conformación, consolidación y construcción de las estrategias para vehiculizar los reclamos.

La Asamblea de Vecinos Autoconvocados La Loma se instituyó y movilizó a partir de un hecho específico, como fue la inundación de 2013, y en muchos casos encontró en el camino de la litigiosidad la mejor opción para llevar adelante su reclamo, sin incorporar nuevos objetivos que logren nuclearlos/as como grupo y posicionarlos/as como actores que movilizan la participación en el entramado social; por el contrario, fueron un grupo de individuos que se congregaron en torno a un reclamo puntual que una vez solucionado o perdido, decidió disgregar el encuentro.

En este punto surge la pregunta respecto de si todas las asambleas tienen como finalidad perdurar en el tiempo, lo cual implica no realizar una valoración negativa respecto a su desarticulación, sino profundizar en la indagación y el análisis respecto a las intencionalidades, producto de los imaginarios, que surgen en torno a la idea que construyeron, por ejemplo, respectoa las funciones y rol del Estado.

Por último, resulta fundamental plantear la pregunta respecto de los imaginarios hacia el interior de las asambleas, esto es, conocer cuáles son los imaginarios que sostienen a estos movimientos, cómo se autoperciben, cuál creen que es su rol dentro de la trama urbana y política de la ciudad, hacia donde se proyectan, qué apropiación tiene la ciudadanía sobre el espacio público y desde dónde se posicionan para evaluar lo que se concibe como derecho y obligaciones ciudadanas.

BIBLIOGRAFÍA

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Artículos consultados

“Inundación en La Plata: Indignación por faltazo de funcionarios públicos en Audiencia Pública”. Portal La Noticia1. Recuperado en: https://www.lanoticia1.com/noticia/inundacion-de-la-plata-indignacion-por-faltazo-de-funcionarios-publicos-en-audiencia-publica-58004.html

“Cronología de antecedentes”. Documento realizado por el Despacho del Bloque de Concejales FAP La Plata. Recuperado en: https://www.crespogaston.com.ar/despacho_bloque_fap/despacho/pdf/cronologia_de_antecedentes.pdf

“Asambleas barriales: historia de un furor que se disolvió”. Diario El Día. Recuperado en: https://www.eldia.com/nota/2003-5-25-asambleas-barriales-historia-de-un-furor-que-se-disolvio

Fuentes personales

Entrevista a Dora, integrante de Asamblea La Loma, La Plata, febrero de 2016.

Entrevista a Mabel, integrante de Asamblea La Loma, La Plata, octubre de 2018.

Entrevista a Laura, integrante de Asamblea La Loma, La Plata, octubre de 2018.

NOTA

1.-La categoría memoria emotiva será elaborada a partir de la lectura y apropiación que propone el semiólogo Silva Tellez (2013) al conceptualizar los imaginarios sociales urbanos.

2.- En relación al subsidio, durante la entrevista Laura explicó que éste surgió como medida de resarcimiento impulsada desde la Municipalidad de La Plata y consistió en el pago de un monto que iba entre los $2000 y $2500 para los cuales era necesario llevar adelante una serie de trámites y donde las asambleas funcionaron como gestoras.

3.- El Código de Ordenamiento Urbano (COU) sancionado en 2010 mediante la ordenanza 10703/10 profundiza la densificación urbana ya que permite la construcción de viviendas multifamiliares que agudizan el desequilibrio entre la densidad y la infraestructura de la ciudad.

4.- En diciembre de 2018 la Municipalidad de La Plata firmó un Convenio con la Universidad Nacional de La Plata para llevar adelante el primer Plan de Reducción de Riesgo de Inundaciones (PRRI), en el cual trabajan investigadores de 12 facultades, y del que también formo parte, con la finalidad de crear una serie de protocolos que permitan mitigar los riesgos hídricos a los niveles mínimos posibles. Dentro de ese plan se incluyen tareas de sensibilización y capacitación a la ciudadanía.

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